*Jóvenes de La Carpio enfrentan discriminación antes, durante y después de graduarse del colegio
“Hace cinco años yo estaba en sexto, íbamos para un colegio, el Ulloa, y
solo por ser de La Carpio no lo aceptaron a uno”, afirma Yanán Canales, quien espera
empezar a estudiar arquitectura después de graduarse, el próximo año, del Liceo
de San José.
Como Yanán, otros jóvenes de La Carpio,
en su búsqueda por una educación que les permita cumplir las metas que cada uno
tiene, luchan contra la discriminación de parte del sistema educativo, los
medios, e incluso su propia comunidad.
La Carpio es hogar de 19035 personas,
de las cuales un 28% son jóvenes entre los 13 y 25 años según el Estado de la
Nación (2004), quienes deben salir del distrito para hacer la secundaria, pues
éste no cuenta con colegio.
Este asentamiento de casas
miniaturizadas, donde la gente camina por las calles como si fueran aceras, es una
de las comunidades binacionales más grandes de Costa Rica, con 49% de nicaragüenses
de acuerdo con el Censo 2011.
Desde los medios de comunicación, hasta los mismos vecinos, echan tierra a las
metas académicas y laborales de los jóvenes de La Carpio, igual que a este
mural a los 100m de la casa de Mario, estudiante de cuarto año de matemática en
la UCR.
DISCRIMINACIÓN DESDE EL COLEGIO
“Porque incluso cuando yo ingresé al Liceo de San José, después que no me
aceptaron ahí [en el Colegio Técnico Ulloa]...” continuó Yanan, “estuvimos hablando compañeros de cómo fueron las notas... y hubo una
compañera, que a ella sí la aceptaron, y todavía con notas inferiores que las
mías”.
Para doña Isabel Berroterán, la mamá
de este joven de 16 años, con quien vive por la tercera parada de los buses de
la zona, siempre fue un sueño matricularlo en “el Ulloa” con el fin de ayudarlo
a que se prepara mejor para salir adelante, a pesar de la pobreza en la que
viven.
39% de los residentes de La Carpio
tienen un rezago escolar, y 56% de las personas mayores de 15 años tienen
ocupación, según el X Censo Nacional de
Población y VI de Vivienda (Censo 2011).
“Yo,
por ser sincera, a mi hijo no me lo agarraron... puse que vivía en La Carpio,
en la tercera parada... todo lo hice legal”, explica doña Isabel, quien
tras el incidente se percató de que otras madres acostumbraban anotar en la
solicitud que vivían en Heredia para evitar ser rechazados por ser de La
Carpio.
Doña Isabel admite que “el Ulloa”
nunca le dijo directamente que Yanán fue rechazado por ser de La Carpio, pero defiende
que esa fue la razón.
"Ni
que uno fuera tan estúpido para no entender", exclamó doña Isabel, "aquí
[en La Carpio] hay chiquitos que han estudiado ahí pero con la mentira... ellos
usaron la palabra aquella de “en Heredia”... y yo usé la verdad”.
Juan Carlos Villegas, coordinador con
la empresa del Colegio Técnico Profesional de Ulloa, aclara que no hay nada en
contra de La Carpio, pero que el MEP ordena que el colegio priorice a los
estudiantes de Heredia por ser un colegio de esa provincia.
“Solo para sétimo año tenemos más de 800 solicitudes, y solo entran 150,
de las cuales la mayoría tienen que ser de Barrial y Lagunilla”, compartió Villegas.
DISCRIMINACIÓN DENTRO DE LAS AULAS
Otros jóvenes de La Carpio encuentran
discriminación incluso después de atravesar las puertas del colegio, como
Junior Cortez, ahora en décimo año, durante su paso por sétimo en “el Ulloa”.
“Hacían bromas y escondían cosas, y entonces le decían a uno “tal vez él lo tiene porque es de La
Carpio”, dijo Junior, con pocas ganas
de hablar sobre la experiencia.
La Carpio alberga 15% de los tugurios
del país, según el Estado de la Nación
(2011), convirtiéndose en una de las concentraciones de pobreza más
densas del país.
Doña Ana Estrada, mamá de Junior,
explicó que los compañeros de su hijo lo comenzaron a molestar en la buseta por
ser de La Carpio al mes de haber entrado.
“Fueron los mismos compañeritos los que le dijeron “tu mamá seguramente
vende la droga” … ese chiquito tiró el bolso allá, y yo
terminé llorando con él”, compartió doña Ana, quien sentada en pijamas en
el pórtico de su casa de 20 años, prefirió no elaborar en los insultos que
recibía su hijo.
Hace unas décadas, la criminalidad se
asociaba a los "barrios del Sur" pero La Carpio ahora tiende a
acaparar la sección de sucesos de los medios de comunicación, explica el
estudio “La Carpio. La experiencia de segregación urbana y estigmatización
social” (2005), de Carlos Sandoval, investigador de la UCR.
Junior aspira a graduarse, y conseguir
un departamento fuera de La Carpio porque teme que no le vayan a dar trabajo
por vivir ahí.
A la hora de buscar empleo, las
personas de La Carpio prefieren decir que viven en sectores de altos ingresos
como Rohmoser y Cariari porque tienen más posibilidades de ser contratadas,
explica el estudio de Sandoval.
AUTOEXCLUSIÓN Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Mario de León, estudiante de
matemática en la UCR, vive a los 100 metros de Junior, en una casa más pequeña
que un aula, donde guarda dos montañas de libros de la “U” que alcanzan la
altura de Noelia, su hermanita de 10 años.
Como Junior, Mario recibió insultos
durante la secundaria por ser de La Carpio: “peligroso”, “no hay que
acercársele”, y “debe ser nica”.
Sin embargo, “yo no los culpo por pensar
que ahí somos un nido de ratas”, confiesa Mario, “esas pocas personas han dado la mala imagen, las personas que andan
ociosas, los que llaman delincuentes”.
La clase trabajadora de La Carpio es
invisible para quienes la visitan porque la mayoría trabaja fuera del distrito,
explicó Mario, y entonces los que quedan en representación de la comunidad son
los que no tienen ocupación y se ocupan en causar problemas.
37% de las personas de La Carpio
trabaja en La Uruca, y 39% trabaja en otro cantón, de acuerdo con el Censo
2011. Solo 16% se queda en La Carpio.
“Uno lo primero que hace es
ridiculizarse a sí mismo, no me queda de otra más que aceptar que me
maltraten... uno acepta que lo estigmaticen porque uno lo que necesita es
aceptación",
explica el estudiante de cuarto año de matemática, quien durante el colegio prefería no hablar
de su familia porque le era difícil conseguir amigos de otras comunidades.
“Viendo la tele, en fin de año, salen programas en donde se burlan de
todo... del marginado y del extranjero, y en La Carpio está el marginado y el
extranjero, entonces es a uno al que le
cae el guante”,
compartió Mario, quien opina que estos programas hacen que los de La Carpio se
ridiculicen más entre sí.
“Nosotros mismos muchas veces nos decimos "Te vas a quedar ahí toda la
vida, no vas a salir, el lugar no se presta" “, confesó.
Arelys Cortez, hermana de Yanán y
madre de dos hijos, opina como Mario. “Los
medios de comunicación se encargan de ensuciar La Carpio... a veces no dicen
las cosas como son... siempre dicen lo malo y no sacan lo bueno”.
En La Carpio hay mucha gente
trabajadora y luchadora, pero las pandillas que se ponen a pelear tienen la
culpa de que tenga otra imagen, aclara doña Arelys, sin embargo los medios
también contribuyen a que la gente de otros lados tenga esa mala imagen de La
Carpio.
La edición digital del periódico La
Nación publicó 321 noticias sobre La Carpio en el periodo 2000-2004 (octubre),
donde la mayoría se enfocaba en conflictos de la zona, según el estudio de Sandoval.
“Efectivamente hay zonas en este país que se les estigmatiza con su
mención en los medios... le doy a ellos la razón”, aceptó Armando Mayorga, jefe de
información de La Nación. Sin embargo, Mayorga aclaró que la estigmatización de
la zona es un efecto colateral de la responsabilidad social del medio.
“En La Carpio tenemos que informar cuando hay un homicidio para que haya
más presencia policial, porque si uno no informa... el Estado se duerme”, explicó el periodista, quien
sostiene que La Nación es el único medio que ha remarcado el hacinamiento en la
Escuela Finca La Caja.
Los vecinos también son responsables
de la estigmatización de La Carpio, afirma Mayorga, “uno como ciudadano tiene que luchar contra la delincuencia, estos
delincuentes son quienes desprestigian la comunidad”.
CONSECUENCIAS
Esta estigmatización provoca que a las
personas de La Carpio se les discrimine de distintas formas, según el jefe
información. “Yo le digo a una muchacha
que vengo de La Carpio y se va a mostrar con reservas. También la parte
económica, no hay inversión de empresa privada ahí... van a inferir que mis
costumbres son costumbres delictivas”.
Doña Ana opina que la discriminación
afecta el autoestima de los muchachos y los desmotiva., llevándolos a que se
metan más a la droga para darles algo de qué hablar a quienes los excluyen.
“...un rebelde sin causa, la persona se vuelve al extremo, no piensa en
los demás que daña. Se identifica con una pandilla, y gana con eso ese papel
que la sociedad no se lo dio, alcanza ese nivel de respeto por ese mal camino”, explica Ester Martínez, presidente
de una de las asociaciones de vecinos de La Carpio.
Muchos jóvenes se salen del colegio a
causa de la discriminación que sufren por ser de La Carpio, afirma doña Ester, quien
ya ha dado seguimiento a cinco casos de este tipo, y ha sido discriminada
directamente al buscar trabajo.
“Yo trabajé mucho tiempo en el Banco Nacional, el Miravalles, el BAC San
José... yo encontraba trabajo porque yo
ponía la dirección de mis primos que estaban en Escazú, y yo decía “qué
tontera, qué estupidez”, ,compartió doña Ester, quien desde que empezó, hace siete años, a poner en
su currículum que es de La Carpio, lleva cinco años sin encontrar empleo.
Enfrentar discriminación desde una diversidad
de frentes puede afectar el autoestima y la seguridad de estos jóvenes de poder
lograr sus objetivos, y esa violencia representa una violación a sus derechos,
explica Leda Amén, psicóloga del PANI.
"Hay un Código de la Niñez y la Adolescencia que todos los colegios
tienen que aplicar, que si hay algún tipo de discriminación, ellos tienen que
trabajar con eso. Los colegios tienen la responsabilidad", destacó Amén.
A los 30 años, doña Ester también
estudia Derecho, y pese a los rechazos, orgullosamente dice ser de La Carpio. “La verdad es que a mí me pela, me vale, que
digan que soy de La Carpio, no me molesta en lo mínimo, ni me afecta tampoco,
es la actitud que uno tenga ante la vida... nada gana tomando uno una actitud
de víctima”.
Yanán, a sus 16 años, comparte la
opinión de Ester. “Yo no le pongo mente
cuando se burlan o así, yo pongo en alto mi barrio porque yo no camino en la
calles, me gusta el futbol, estoy en cuarto año...” afirmó el aspirante a
arquitecto, quien espera entrar a la universidad para “ser alguien en la vida”.
“Ya mi hijo está en cuarto año, y una puerta se me cerró en el Ulloa, y
otra se me abrió en Liceo de San José”, compartió emocionada la mamá de Yanan, “mi sueño ha sido de ver a mis hijos
graduarse de kinder, de la escuela, y ahora de
bachiller”.
"Si uno se pone la meta, puede ser que le cueste pero lo puede
lograr", afirmó
Yanán, quien piensa que la discriminación puede verse como una oportunidad de
rendirse, o en su caso, de superarse.